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El Ascenso del De-Influencer: Por qué la Gen Z está cansada del haul y la positividad tóxica

Letrero urbano que dice influence


El influencer tradicional —ese ser perfectamente peinado que te dice que compres esa crema de $500 que te va a cambiar la vida— ha muerto. Su sucesor es el De-Influencer, y está aquí para decirte que no compres esa maldita crema.

El Backlash del Consumo y la Autenticidad Agresiva

La fatiga de contenido es real. La Generación Z y los Millennials tardíos están bombardeados por el Marketing de Afiliados disfrazado de consejo genuino. El De-Influencer nace de la saturación de los "mejores productos" y el "debes tener esto". Su misión es la honestidad brutal, desmantelando las narrativas de consumo impulsivo.

Este fenómeno tiene varias capas: es una respuesta a la crisis climática (menos consumo, menos cringe) y una protesta contra la positividad tóxica (no tienes que amar todo, es válido que odies esa base de maquillaje viral).

Los videos de De-Influencing son catárticos. Muestran productos que fallaron, gadgets inútiles y "tendencias" que solo sirven para vaciar tu billetera. Es una filtración de la realidad en un ecosistema digital lleno de filtros.

Del Haul de Compras al Haul de Deuda

Lo más interesante es el impacto económico. El De-Influencer no solo te ahorra dinero; redefine el valor. Nos obliga a preguntarnos: ¿Compro esto porque realmente lo necesito, o porque el algoritmo me lo vendió tan bien que siento un vacío si no lo tengo?

La plataforma principal es TikTok, que favorece la micro-tendencia y la opinión rápida. Es el lugar perfecto para que una persona, con un buen rant y un teléfono, desmantele una campaña de marketing de millones de dólares. Es un pequeño acto de resistencia contra el capitalismo de plataforma.

El De-Influencer es el guardián de la billetera y la conciencia de la Gen Z. Es el que susurra: "Calma, no te pasa nada si no tienes el último iPhone. Puedes usar el que tienes". Y, en la era de la saturación, ese es el mensaje más radical.


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