El algoritmo ya no puede silenciar a una generación que se siente en el Titanic
Ok, seamos honestos. Para la Gen Z, la palabra “marcha” sonaba a algo que hacían nuestros papás o, peor aún, a un evento que un político iba a glitchear para su foto de portada. Pero, ¡sorpresa! Si has abierto Twitter (perdón, X), TikTok o hasta tu chat de la facultad esta última semana, sabes que algo se movió. Algo que se siente diferente, genuino y cero organizado por un partido que se cuelga del hype.
Estamos hablando de la ola de movilización que ha inundado las calles en México y otros puntos del globo. La cobertura de medios como El País y Milenio ha puesto el foco en la irrupción de una generación que, según ellos, estaba "demasiado ocupada haciendo TikToks". Lo que no entienden es que el hartazgo de la Gen Z no es un trend viral; es un problema existencial. Es la realización de que la crisis climática, la inseguridad y la falta de oportunidades laborales no son un filtro de Instagram; son el escenario real de nuestro futuro.
Del activismo de sillón al pavimento: La nueva fórmula
Crecimos con el activismo del "like y comparte". Era cómodo, eficiente y, francamente, no ponía en riesgo nuestro Wi-Fi. Pero esa era se acabó. ¿Por qué? Porque el sistema aprendió nuestro lenguaje. Las redes sociales, esas herramientas que nos prometieron ser la voz de la democracia, se convirtieron en un gigantesco túnel de eco. El algoritmo te muestra lo que ya crees, silencia lo que incomoda (hola, shadowbanning) y monetiza tu enojo. Es el ghosting político en su máxima expresión: te prometen un diálogo, pero al final te dejan en visto.
La movilización actual es una respuesta visceral a ese vacío. No es solo un grito contra un gobierno específico; es un portazo a la impunidad, a la corrupción endémica y a la sensación de que las élites viven en un multiverso diferente al nuestro. Lo que es fascinante de este nuevo movimiento es su naturaleza glitch: surge de la nada, sin líderes visibles, y se organiza por fragmentos de información cifrada, memes y convocatorias que duran menos de 24 horas.
Las claves de este nuevo rush de protestas Gen Z
1. La Incomodidad como Sello de Identidad: Mientras las generaciones pasadas buscaban consensos, la Gen Z abraza la fricción. Queremos incomodar, molestar y señalar con el dedo. Como reportó El Tiempo, esta generación ya no teme al poder y exige un nuevo contrato social. Estamos hartos de que nos digan que somos "demasiado sensibles" o "privilegiados". ¡Claro que somos sensibles! Es la única respuesta lógica a un mundo que se está quemando.
2. Descentralización Nivel Blockchain: Nadie tiene la llave maestra del movimiento. Si una cuenta es baneada o un líder es desacreditado, el flujo no se detiene. La información fluye en chats encriptados, en comentarios de TikTok que desaparecen y en stories que son una cadena de difusión viral. Es un modelo de organización distribuido, imposible de censurar con tácticas antiguas.
3. El Meme como Arma de Doble Filo: Sí, hay memes. Muchos. Pero no son para trivializar la causa. Son el mecanismo para digerir el trauma, crear comunidad y burlarse del poder. Un meme es más fácil de compartir que un comunicado de prensa de 10 páginas, y su impacto emocional es inmediato. Es la forma en que esta generación hace sátira y política al mismo tiempo.
4. El Componente Global: Esto no es exclusivo de México. Desde las protestas por la crisis del costo de vida en Europa hasta las movilizaciones por la justicia climática en Asia, la Gen Z está al frente. Compartimos referencias, estéticas y, lo más importante, una visión desencantada pero resiliente del futuro. Rama Duwaji en Nueva York, mencionada por Milenio como la futura primera dama Gen Z, ejemplifica cómo esta estética y visión están permeando incluso la política tradicional.
¿Se acerca el reset?
Los políticos intentarán cooptar el movimiento, los medios lo etiquetarán y el algoritmo intentará enterrarlo. Pero la verdad es que la Gen Z ya despertó del deep sleep digital. No estamos buscando un líder; estamos buscando una solución. Esta movilización no es solo por lo que pasó la semana pasada, sino por lo que puede pasar en los próximos 10 años.
Es un grito de: “¡Ya basta de hacernos ghosting!” Y si una generación que creció con la inmediatez y el escrutinio total decide salir de la pantalla para tomar las calles, es momento de que el sistema se pregunte: ¿Qué tan roto está este juego?
¿Tú qué piensas? ¿Este movimiento es el principio de un cambio estructural o solo un pico de indignación viral?

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